La capital económica de Margarita es Porlamar, una ciudad a pleno título. Aquí, sobre todo por la mañana, el tráfico es tan intenso que a veces te olvidas de estar en una isla. Mucha gente, en efecto, se desplaza justo hacia Porlamar para trabajar en las varias actividades comerciales: quien en autobús, algunos en su carro y hay quien va en moto. Difícil es ver en cambio a alguien en bicicleta, medio únicamente relegado a las fuerzas del orden urbano. A las 9 de la mañana las calles principales de Porlamar son un hormigueo único. A menudo alguien va con la radio a todo volumen y la música latina irrumpe con fuerza por la calle.
Aquí el calor está muy intenso, sobre todo a partir de Mayo. Yo no quiero para nada el frío y considero los 30 grados de Margarita una verdadera bendición, también porque el viento siempre te garantiza el alivio de no sentirte nunca pegajosa por el sudor. Los locales, en cambio, prefieren el fresco, más bien, el frío total. Así, mientras das un paseo, te llegan oleadas de hielo del interior de las tiendas, dónde el aire condicionado no supera nunca los 15 grados. Cuando llegé a Margarita no entendía porque alguien vendía felpas y vestidos pesados en el Caribe: ¡ahora lo sé!
Fácil es encontrar a alguien que empuja un carrito lleno de fruta exótica, madura y de varías pintas que emana un perfume maravilloso. Si tienes la suerte de estar en la parte de arriba de un edificio, podrás gozar de un espectáculo de colores y formas increíbles, casi surreal.
Los margariteños no son, generalmente, gente particularmente adinerada y tratan de ganarse como pueden el pan cotidiano. La mayor parte de ellos vive de la pesca y de lo que consigue. Siendo, en cambio, libre por ley la posibilidad de hacer el vendedor ambulante, a lo largo de la calle encuentras quien vende agua fresca, café y té negro, quién vende tizana y helados. Los más dichosos preparan un pequeño tarantin y sobre el banco exponen bisutería de cada tipo con perlas blancas y rosas, souvenirs con la inscripción “Margarita”, lentes para el sol, cd y dvd grabados y objetos de cualquier género.
Luego, normalmente situado en una esquina de la calle, hay los que prefiero: los banquetes que preparan comidas típicas locales, predominando lo frito, y los que te hacen jugo de fruta natural y jugo de naranja de un sabor único. Mejor organizados se encuentran uno a lado de otro en la que aquí es definida como la ‘calle del hambre’ dónde la distribución de la comida dura hasta tarde noche.
La sensación que se tiene, paseando por las calles, es encontrarse en una ciudad que, apenas surgida, tenía que ser una de las mas modernas, pero, ahora es vieja, sucia y descuidada. Las aceras están hechas de pequeños ladrillos rojos que están llenas de hoyos peligrosos y algunas tapas de las tanquillas han cedido con el tiempo, dejando vislumbrar la oscuridad de la profundidad a su interior. Los palos de la electricidad son un montón de hilos enredados de algún modo, a veces también a altura de hombre.
En el centro antiguo dignos de relevancia son la plaza Bolívar, donde se erige la iglesia y dónde puedes encontrar los lustradores de zapatos: a cambio de una remuneración en dinero, quienquiera puede sentarse en sillas ligeramente elevadas, dónde un profesional limpia y lustra zapatos varios.
Siempre en el centro hay la posibilidad de pasear por los Boulevard, calles de acceso puramente peatonal, dedicadas exclusivamente al comercio. Sobre ambos lados del Boulevard hay tiendas de cada género, predominantemente de propiedad árabe y china. Aquí el nivel de integración es decididamente alto: la tolerancia es joya de la corona de este pueblo y la convivencia civil no ha creado nunca problemas. Muchos edificios son ruinosos y desteñidos de la sal y del sol. Desplazados en posición central hay barrios en todo sitio, casas populares en monobloque destinados a las familias más pobres.
Sin embargo, si observa Porlamar de la costa, es espectacular, sus inmuebles y rascacielos.
Quien ha tenido el placer de venir a Margarita hace años, cuenta del verdadero paraíso que fue, bonita y rica. Hoy no resplandece como antes, pero tiene el poder de ejercer un atractivo particular sobre quien le permite conocerla a fondo. Quizás no vuelva jamás a brillar como en un tiempo, pero a mí me gusta creer que se recuperará. Tengo que creerlo! Porque el futuro todavía es todo que escribir y Margarita todavía tiene mucho que contar.